Cuidado, tu mente te engaña | El Comercio

2022-08-08 07:00:30 By : Ms. chen yee

Esta es tu última noticia por ver este mes

Suscríbete 3 meses por solo 12€ y llévate de regalo 2 entradas para la FIDMA

¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión

Te quedan noticias por ver en este mes

Te queda 1 noticia por ver en este mes

Suscríbete 3 meses por solo 12€ y llévate de regalo 2 entradas para la FIDMA

¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión

Este verano, navega al mejor precio y llévate dos entradas para la FIDMA

Estamos acostumbrados a no cuestionar nuestros actos, sino a justificarlos. Por eso cuando alguien nos corrige o nos cuestiona la primera reacción es defendernos, porque nos sentimos atacados. Comprender que lo que piensas no es acertado puede ser liberador, porque es el primer paso para encontrar una solución a un conflicto legal.

Existe un poderoso vínculo entre nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestras acciones. Lo que pensamos respecto a una concreta situación determina lo que hacemos, convenidos de que así han de ser las cosas. Pongamos un ejemplo sencillo. Si pienso que está lloviendo saldré de casa con un chubasquero y un paraguas. Si cuando llego a la calle descubro que hace sol debería darme cuenta de que estaba equivocada. Hubiera bastado asomarme a la ventana para comprobarlo, pero muchas veces vivimos en piloto automático, dando cosas por hecho, inmersos en nuestro mundo interior donde nuestra mente construye una realidad paralela, a la que agarrarnos, para seguir adelante justificando nuestros comportamientos, sin cuestionarlos. Así, en nuestro pequeño ejemplo, no sería raro que ya en la calle bajo el sol me diga que fue buena idea sacar el paraguas porque aunque ahora no llueva lo más probable es que en un rato pueda necesitarlo…Es más, hasta el posible que al cruzarme con despreocupados ciudadanos sin paraguas mi mente me indique lo despistados que son habiendo dejado el suyo en casa.

Estamos acostumbrados a no cuestionar nuestros actos, sino a justificarlos. Por eso cuando alguien nos corrige o nos cuestiona la primera reacción es defendernos, porque nos sentimos atacados.

Desgraciadamente lleva un proceso de madurez ser capaz de detectar este defecto de fábrica de nuestro cerebro, prestando atención a lo que sucede, estando más presentes, cuestionando por un momento nuestros pensamientos automáticos antes de pasar a la acción. Si es muy difícil conseguirlo incluso con las cosas más pequeñas, imaginemos por un momento con temas legales complejos.

Pongamos ahora un ejemplo legal.

Una persona lleva toda su vida cuidando a su hijo, levantándose cada noche cuando llora, preocupándose de cada una de sus mas mínimas necesidades, atenta a lo que pueda necesitar, organizando y tomando decisiones sobre temas médicos, guarderías, ropa, comida, salidas y cumpleaños, generando así un vínculo indestructible y proporcional a tantas horas de dedicación, que inevitablemente se acompaña de un amor incondicional. Es posible, aunque no siempre es así, que uno de los dos progenitores haya dedicado mayor esfuerzo o al menos eso le parezca. Cuando se produce una ruptura y hay que tomar una decisión sobre la custodia del menor ¿Qué piensa esta persona? Lógicamente piensa que debe tener derecho a una custodia monoparental, porque de alguna manera se la merece, es lo justo y además es lo que quiere su hijo, que al haber recibido mas atención por su parte está acostumbrado a ese sistema y no conoce otro distinto. El entorno familiar de esta persona suele respaldar y reforzar este pensamiento y cualquier otra idea se percibe como un ataque del que hay que defenderse y tan solo pensar en una posible custodia compartida causa un dolor indescriptible y una sensación de pérdida irreparable e injusta.

Desgraciadamente una forma de pensar inflexible, con razón o sin ella, dificulta y muchas veces impide un acuerdo con el otro, conlleva un procedimiento de ruptura judicial largo y tedioso y suele acompañarse además de mucho sufrimiento para todos los implicados.

Por duro que parezca, un buen profesional le tiene que explicar a esa persona que lo que piensa, si bien es comprensible y lógico, puede no ser completamente correcto desde un punto de vista legal y si no ajusta sus expectativas puede estar condenada al fracaso.

Esta tarea de cuestionar los pensamientos sobre una cuestión legal, pasa por conocer y explicar lo que la ley y la jurisprudencia establecen, llevándolo al caso concreto, para saber cuál es nuestro margen de actuación. Siempre hay capacidad de decisión, siempre hay opciones, pero debemos movernos dentro del rango de actuación permitido por la ley.

Volviendo a nuestro ejemplo, si el otro progenitor se muestra firme en que quiere una custodia compartida, vive cerca, tiene tiempo y un entorno adecuado para ocuparse de su hijo y es una persona normal y corriente, tiene serias posibilidades de conseguir una custodia compartida, aunque hasta ese momento se haya implicado menos en la crianza e incluso aunque el niño sea aún muy pequeño. Debemos por tanto centrarnos en aceptar este hecho y negociar un sistema de custodia compartida adecuado a esta familia proponiendo en lo posible un tiempo de adaptación y facilitando el contacto con el menor cuando se encuentre en compañía del otro. Si por el contrario ese otro progenitor vive lejos o tiene un horario de trabajo complicado será realista plantear una custodia monoparental pero no tendrá sentido negarle visitas o vacaciones con pernocta. Y así sucesivamente. Cada caso es distinto y en cada caso el margen de actuación será diferente, pero debe estar definido con la ayuda de un profesional.

¿Qué pasa cuando no se define con claridad ese marco de actuación? Sucede que hay madres o padres que siempre pensando que hacen lo correcto y lo mejor para su hijo campan a sus anchas, saltándose lo establecido en la ley, en su sentencia de divorcio o incluso en el propio convenio regulador al que por acuerdo en su día llegaron. En el peor de los casos hacen de ello una batalla personal, exponiendo a los menores a enfrentamientos y conflictos que traspasan la intimidad llegando a las redes sociales e incluso a los medios de comunicación.

Pongamos otro ejemplo legal muy frecuente. Un padre tiene dos hijos y decide mejorar a uno en su testamento, dejando al otro el mínimo legal. Los dos consideran que han tratado a su padre como este se merecía. El que realmente le prestó más atención considera que su hermano fue egoísta y desconsiderado, mientras que el hijo que estuvo ausente no solo tiene una larga lista de razones para ello sino que además suele pensar que el otro hermano acaparó la atención de su padre sin consultarle cuando debió haber contado más con él al tomar decisiones. Seguramente los dos tienen parte de razón. Ahora bien, desde un punto de vista jurídico solo cabe revisar el testamento y comprobar si respeta los límites legales porque, si es así, habrá que respetar lo establecido por el padre. El margen de negociación en tal caso pasa por calcular la parte que a cada uno corresponde revisando los valores de los bienes, las posibles donaciones previas que hayan podido existir y haya que tomar en consideración y las distintas opciones de adjudicaciones o compensaciones económicas. Negarse a llegar a un acuerdo porque nuestra cabeza nos indica que es injusto solo nos va a conducir a invertir parte de la herencia en pagar un largo y tedioso procedimiento judicial. Otras veces si puede haber razón para pelear, como cuando existe una desheredación sin causa legal para ello o cuando estemos en condiciones de demostrar con pruebas médicas contundentes que un testamento puede haberse hecho bajo una grave enfermedad mental que impidió al testador actuar comprendiendo sus actos. Nuevamente hay que analizar caso por caso y ajustar el margen de actuación razonable.

Así que no es nada fácil sentarse con una persona equivocada e intentar ayudarla a encontrar el camino. Es tan difícil vencer los prejuicios que uno ha ido forjando a fuego en su cabeza que muchas veces esa persona no querrá escuchar y cambiará de abogado una y otra vez, pensando que está en lo cierto y que antes o después encontrará un profesional que le de la razón y que llegue hasta las más altas instancias judiciales para sacar adelante sus justas pretensiones. Terminará encontrándolo, seguro, y el coste será elevado, no solo en minutas y costas, sino en desesperanza, frustración e incomprensión, porque aunque bien es cierto que algunos temas legales son interpretables y merece le pena pelear, otras veces son tan claros que luchar se convierte en una temeridad.

Pero algunas veces, esa persona que tanto sufría por fin se atreve a cuestionar sus pensamientos. Se abre a ver las cosas con perspectiva, tomando distancia, desde la objetividad, dejando a un lado el drama y en rencor. Es un proceso liberador, de comprensión, de conocimiento. ¿Hace sol? ¿Qué hago con un paraguas? No pasa nada. Está bien. Solo cierra el paraguas. Mañana no olvides abrir la ventana antes de salir.

Dicho queda. Con cariño.